Tlapa de Comonfort, Guerrero, México. Octubre de 2019. Por: Tlachinollan. El miércoles 23 de octubre doña Rosario Ibarra de Piedra fue galardonada en el senado de la república con la medalla Belisario Domínguez. Su hija Claudia pronunció en nombre de su mamá, un mensaje profundamente desgarrador por las más de cuatro décadas de lucha emprendida por el Comité ¡Eureka!, que transitó del “terror oficial, sintiendo el dolor de saber cautivos y torturados a nuestros seres queridos, recibiendo como tremendas bofetadas en la cara la palabra hueca, la declaración engañosa o el discurso falso”.
“El mal gobierno mexicano, transgrediendo todas las leyes
privó de su libertad, de su dignidad y de justicia a nuestros familiares, los
desaparecidos políticos. La violencia alcanzó a nuestras familias completas,
arrasó con poblados enteros, donde se detuvo a todos los hombres y mujeres
viejos, a los que la casualidad lo llevó a portar el mismo apellido de alguno
de los insurrectos que eran buscados y perseguidos”.
“Atesto los caminos de soldados y retenes, donde también se
hicieron cientos de detenciones injustas de gente inocente. Llenó de presos
políticos las cárceles de todo el país. En las ciudades, las hordas de la
dirección general de seguridad y la brigada blanca allanabán los domicilios,
saqueando y golpeando sus moradores y deteniendo a cualquiera”.
“Las cámaras de tortura de los campos militares, las
bases navales y aéreas y todos los centros clandestinos de detención, se
tiñeron de sangre y retumbaban con los alaridos de dolor de las víctimas”.
“Mi adorado esposo, firme soporte de mi vida, fue
torturado, viviendo en carne propia lo que le esperaba a todo aquel que era
detenido. Los poderosos del sistema, los empresarios cómplices, sostén de estos
malos gobiernos, prestaban sus ranchos para que nuestros desaparecidos también
ahí fueran llevados a martirizar”. “Esta es la única e incontrovertible
verdad”.
Es difícil sintetizar estas palabras tan dramáticas y
veraces que doña Rosario Ibarra plasmó con todo el dolor y la indignación de su
corazón. Con toda la autoridad moral que adquirió por más de cuatro décadas
buscando a su hijo Jesús, se transformó en un emblema de la dignidad y la
grandeza de una madre que nunca se doblegó ante el poder, y que por el
contrario, siempre mostró un espíritu indómito.
“Hemos querido ser un frente portador de vida, porque
amamos a nuestros desaparecidos, nunca hemos estado en disyuntivas en su
búsqueda, nunca hemos pensando en su muerte, son seres de carne y hueso y no
personajes de novelas buenas o malas, ni figuras de otras manifestaciones
literarias que habrán de escribirse, ni nombres en una lista, ni imágenes
fotográficas, ni sustento para que falsas ONG se hagan de fama o de recursos
económicos y, sobre todo, no son parte de una historia pasada que es falso que
nos haya marcado a todos por igual. El puñal clavado tan profundamente por los
malos gobiernos tal vez sea retirado, pero la herida abierta solo dejará de
sangrar cuando sepamos donde están los nuestros y aun así quedará por siempre
una cicatriz”.
“Ellos, nuestros amados, a los que buscamos
afanosamente sin detener nunca el paso, no fueron bandoleros ni se lanzaron a
la aventura, ni fueron terroristas, fueron hombres y mujeres que, nos guste o
no, estemos de acuerdo o no con ellos o aprobemos o no la opción seguida en su
camino, fueron privados de su libertad, sustraídos de la sociedad y de sus
familias con toda la violencia que un gobierno puede ejercer…”
No hay forma más precisa y contundente para expresar lo que
sienten las madres, padres, hermanas, hermanos, hijas e hijos, ante la
desaparición de uno de sus seres queridos. Solo ellas y ellos son capaces de
regresarnos a una realidad descarnada, a mirar en toda su dimensión la tragedia
que vivimos como sociedad, a emprender una lucha sin cuartel para no permitir
más atrocidades, para contener esta bestialidad y desenmascarar la brutalidad
de un poder impune.
Se ha querido normalizar y trivializar el grave problema de
la desaparición de personas, sobre todo los gobiernos han intentado cubrir con
lodo este flagelo y se han empeñado en desacreditar la trayectoria y buena fama
de quienes han sido víctimas de desaparición forzada.
Guerrero fue el estado donde las desapariciones forzadas se
consumaron por órdenes del ejecutivo federal, siendo el ejército el gran
perpetrador. Más de 400 casos han sido documentados y denunciados por la
Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a
los Derechos Humanos en México (AFADEM), tan solo en Atoyac, Guerrero.
El caso de Rosendo Radilla desaparecido el 25 de agosto de
1974, muestra el patrón de desapariciones forzadas que se dieron en la década
de los setentas, en el marco de lo que se ha denominado la guerra sucia, donde
las fuerzas represivas del estado arremetieron contra la guerrilla y la
población en general. Su caso llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, gracias a la tenacidad de otra gran mujer, Tita Radilla, quien también
ha sido un símbolo de la ternura inquebrantable y de la voluntad indómita, que
nunca ha claudicado en su afán por encontrar a su padre y siempre se ha
mantenido en la línea de fuego para buscar a Rosendo dentro de los mismos
cuarteles. La fuerza de Tita es inspiradora, su perseverancia no tiene límites
y su palabra es siempre punzante ante cualquier político.
Para ella la impunidad se mantiene en la línea del tiempo,
al grado que ya son más de cuatro décadas y hasta la fecha ningún militar ha
sido investigado y castigado por la desaparición de su padre y de centenas de
personas que corrieron la misma suerte. Por esa razón, comentó Tita
recientemente que se sigue desapareciendo a personas en el estado y en el país.
Pidió al presidente López Obrador que declare al país en emergencia nacional y
solicite apoyo internacional para la búsqueda e identificación de cuerpos.
En esta perspectiva el Centro de Derechos Humanos José María
Morelos y Pavón en coordinación con AFADEM y varios colectivos de familiares de
desaparecidos de Chilapa, Chilpancingo e Iguala que conforman el Frente
Guerrero por Nuestros Desaparecidos, realizarán el 28 y 29 de octubre el primer
encuentro de personas desaparecidas denominado “Rompiendo el muro del miedo” en
la ciudad de Chilapa. Más de 150 personas que luchan incansablemente por la
presentación con vida de sus hijos e hijas, compartirán sus experiencias para
hermanarse en el dolor y en la esperanza. Han convocado a la Subsecretaría de
Derechos Humanos de la SEGOB, a la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), a la
Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), a la CNDH y a la Oficina de
la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH).
Será un espacio propicio para fortalecer procesos
organizativos entre los mismos colectivos de familiares de desaparecidos y
sobre todo trazar líneas de trabajo, que atiendan las necesidades más urgentes
de las familias, al mismo tiempo establecer mecanismos de coordinación más
eficaces con las instancias gubernamentales que de seguimiento y atención a las
familias de los colectivos.
Es un encuentro centrado en atender a los familiares de las
personas desaparecidas, de hacer visibles la diversidad de problemáticas que
cada colectivo enfrenta; de tomar en cuenta el contexto en que se dan estas
desapariciones e identificar a los actores estatales y no estatales que
participan en estos hechos. Así como emplazar a las autoridades para que
realicen las búsquedas y las investigaciones, tomando en cuenta las realidades
concretas que se viven en el estado y aplicando los protocolos estipulados en
la ley. Será muy significativa la presencia del Obispo Salvador Rangel,
quien oficiará una misa este lunes por la tarde en el seminario de Chilapa.
Para los organismos civiles de derechos humanos nos ha
quedado claro que en esta coyuntura sumamente critica, donde los casos de
desaparición de personas y ejecuciones son realidades cotidianas que se
mantienen en la impunidad, han sido los familiares los que con mucho valor
están dando la batalla, denunciando estas tropelías del poder, que se niegan a
investigar con el fin de encubrir a los perpetradores.
Es sumamente preocupante que sigan escalando los casos de
personas desaparecidas y que la violencia se enseñore en varias regiones del
estado. El caso del compañero Arnulfo Cerón Soriano, desaparecido el
pasado 11 de octubre al salir de su casa, es un ejemplo claro de cómo persiste
un patrón de persecución y desaparición contra luchadores sociales, quienes por
alzar la voz y defender los derechos de comunidades indígenas, colonos y
vendedores ambulantes, se hacen acreedores de estas acciones criminales, en un
ambiente de total impunidad.
Lo más grave es que
los casos denunciados ante la Fiscalía General del Estado, sobre desaparición
de personas, no logran dar con su paradero y las mismas investigaciones no van
al fondo para identificar a los autores materiales e intelectuales de estos
graves hechos. Esta inacción de las autoridades alienta a los mismos
perpetradores porque saben que están protegidos o que simplemente no lograran
dar con su paradero.
Es lamentable que, a una semana de la desaparición de
Arnulfo, el Frente Nacional por la Liberación de los Pueblos (FNLP), haya
denunciado públicamente la desaparición de dos de sus compañeros, Carmelo
Marcelino Chino y Jaime Raquel Cecilio en Tierra Colorada. Es urgente que los
tres niveles de gobierno implementen acciones eficaces y contundentes para contener
esta ola de desapariciones, que nos colocan en los límites de la sobrevivencia,
ante el colapso del sistema de justicia y seguridad en el estado.
Fue muy significativa la postura de doña Rosario Ibarra,
quien le manifestó al presidente Andrés Manuel López Obrador que no “permitas
que la violencia y la perversidad de los gobiernos anteriores siga acechando y
actuando desde las tinieblas de la impunidad y la ignominia, no quiero que mi
lucha quede inconclusa. Es por eso que dejo en tus manos la custodia de tan
preciado reconocimiento y te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre
el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares”. Para doña
Rosario la desaparición de las personas es como una daga clavada en el corazón.