Carmen González Benicio/Antonia Ramírez Marcelino
Dos Ríos, Cochoapa el Grande
Octubre 2021. ¿Entonces ya me voy a ir?, preguntó Angélica cuando dijeron que ya había acuerdos y lanzó otra pregunta ¿Con ellos? La respuesta le arrancó una sonrisa al escuchar que se iría con sus papás, aunque no la sostuvo por mucho tiempo “lo más seguro es que me van a ir a molestar”, en referencia a sus suegros que acudieron a la Policía Comunitaria de la comunidad de Dos Ríos, municipio de Cochoapa el Grande que la encarceló por 11 días para que sus padres devolvieran el dinero que les dieron al juntarla.
Angélica salió con una mochila negra sobre sus hombros de la Casa de Justicia de la Policía Comunitaria que se dice adscrita a Zitlaltepec del municipio de Metlatónoc con su padre, Juan Manuel Martínez Vázquez, sus hermanas Santa, Fernanda y Yenifer para reunirse con su mamá Concepción y un hermano de meses, en Ometepec donde convalece por el aborto de sus trillizos. Su abuela Petra Aguilar Nava se quedó en Joya Real.
Su tía Petra Martínez Vázquez, que vive en Ometepec fue quién la recibió como parte de uno de los siete puntos de acuerdo que se firmaron para dejarla en libertad, luego de que se difundiera su encarcelamiento y motivara la intervención del gobierno municipal, estatal y de derechos humanos.
La mesa de trabajo inició con rispidez
Eran cerca de las 5:00 de la tarde del domingo cuando se arribó a la comunidad. Los titulares de la Secretaría de Asuntos Indígenas (SAIA), Javier Rojas Benito; de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos Guerrero, Cecilia Narciso Gaytán, el presidente por el partido Verde de Cochoapa el Grande, Bernardo Ponce García, así como trabajadores de las instituciones y patrullas del municipio.
La comisión de autoridades a la comunidad na savi de Dos Ríos causó alerta en los policías comunitarios que se pusieron a la defensiva en sus instalaciones y una de las camionetas salió del lugar.
Hubo prohibiciones de tomar fotografías y arrebatar los celulares cuando se acercaron a la menor que estaba en el pasillo, con sus bolsas y un costal con cobijas.
Fueron recibidos por un hombre llamado Paulino Hernández que se dijo abogado de la comunitaria y el coordinador, Carlos Martínez, se acercaron hombres y mujeres alcoholizados que preguntaron por estaban ahí, alguno reclamó que las fotos que circularon sobre Angélica encarcelada le estaba haciendo mala fama al pueblo por lo que intentó arrebatar un celular.
El presidente Bernardo Ponce García les habló en lengua, luego contó que les dijo que no era un asunto suyo y dejaran a las autoridades y familias resolverlo.
Por lo que las personas regresaron a bailar con el grupo musical que estaba a un costado de la iglesia que tocaba para amenizar el festejo de una familia por la compra de una camioneta que usarían para el servicio de ruta de transporte a Ometepec. Y que a decir de Ponce García esa fiesta fue un punto a favor para que no se entrometieran más pobladores.
Se determinó que la reunión sería dentro de la Casa de Justicia de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias- Policía Comunitaria (CRAC-PC) de Dos Ríos, aunque al fondo decía que era un comedor comunitario, de acuerdo al rotulo en la pared, por lo que cerraron las ventanas y la puerta quedó custodiada por un comunitario.
Adentro, las autoridades comentaron, que les dijeron a las partes que la venta de niñas era un delito por lo que era necesaria su disposición para resolverlo. Ahí se llevaron más de tres horas en que intervinieron las autoridades estatales, municipales, de derechos humanos y el suegro y el padre, quienes aceptaron que, al juntar a sus hijos, hubo dinero de por medio y que el primero llevó el caso a la comunitaria, para que se lo devolvieran cuando la menor se fue.
El casamiento
Mientras adentro las autoridades planteaban a los familiares y a los comunitarios que lo hecho era una violación a los derechos de la menor, además de un delito que ameritaba cárcel y que esas acciones no podían justificarse bajo los usos y costumbres Angélica platicaba como a los 11 años, mientras cursaba el quinto de primaria y regresaba de los campos agrícolas como jornalera pasó a un matrimonio.
Los suegros, recordó, fueron varias veces a su casa a platicar con sus padres, ella nunca se enteró de qué hablaban hasta que un día empezaron a llegar cartones de cervezas, bultos de maíz, colgaron una lona en el patio y colocaron metates para moler.
Ahí le preguntó a su papá porqué estaban llegando muchas cosas y le respondió que ya la habían entregado “me dijo, no te quería dar, me convencieron y si no te entrego de todos modos te voy a perder porque ellos te van matar porque ellos son brujos, te van a trabajar, hacen muñecos».
Así que un día, porque no recordó la fecha, llegaron policías, que en la zona dice son quienes juntan a los que se casan y no es necesario firmar ni un papel y tampoco ir a la iglesia, solo llegan los invitados y la gente es quién presencia el casamiento.
Y que cuando a ella le preguntaron que si aceptaba a Rafael como su esposo contestó que no, pero el policía la ignoró y le volvió a preguntar lo mismo, pero en esa segunda vez la condicionó a decir que, si aceptaba por lo que ella atemorizada y porque la gente la miraba, respondió sí y él no se ahogó en su garganta para no apenarse.
No conocía a Rafael, quien era un año mayor que ella.
Pr las noches lloraba porque extrañaba a su familia. Además del maltrato, porque cada vez que echaba tortillas y salían pequeñas, su suegra le daba una cachetada y le recordaba el pago “tú no sabes hacer nada, no vales lo que pagamos».
No más venta de hijas, se compromete el padre.
Luego de horas de platica que se plasmaron en una minuta escueta, con puntos confusos y sin tocar abiertamente que el hecho configuraba delitos se acordó que los suegros de la menor “resguardada en la comisaría”, Rutilio Julián Moreno e Hilaria Pacheco Martínez y el padre de la menor Juan Manuel Martínez Vázquez se comprometían a no agredirse, respetarse o se procederá conforme a derecho.
Además de arrancarle el compromiso a Juan Manuel Martínez Vázquez de “no vender a sus otras hijas y de ser el caso se sujetará a las disposiciones legales aplicables al caso”. Tiene tres más, dos son gemelas y un varón.
También que quedaba sin efecto un pagare por inexistencia firmado por el señor Juan Manuel Martínez Vázquez en favor del señor Rutilio Julián Moreno, sin decir cantidad.
En el punto sexto dejaron la posibilidad de que Angélica regrese con Rafael “con el mutuo consentimiento de las partes sin dolo ni mala fe se comprometen a respetarse ya que se deja a salvo los derechos de la menor para juntarse con su pareja una vez cumpliendo mayoría de edad, quién se encuentra ausente”.
Los integrantes de la Policía Comunitaria manifestaron que ellos cumplían sus reglas internas sin aceptar cometer violaciones a los derechos humanos por lo que en uno de puntos manifestaron que como autoridades comunitarias de ninguna manera están de acuerdo en la venta del matrimonio infantil, según el coordinador Carlos Martínez Cano y lo harían saber a sus comunidades anexas.
Para eso se asentó que los titulares de la SAIA, de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos Guerrero, el presidente de Cochoapa el Grande realizarán actividades de capacitación en las comunidades del municipio para erradicar el matrimonio infantil.
Así como que informarían al DIF Guerrero y a la Secretaría de la Mujer para que realicen las visitas, entrevistas, estudios y lo que proceda conforme a la ley de Protección y Desarrollo de las Menores del Estado de Guerrero a la menor Angélica.
Me pegaban, yo era chiquita, ya estoy grande, puedo defenderme
Angélica estaba sentada en un pedazo de cartón en el pasillo de la Casa de Justicia, mientras dos de sus hermanitas jugaban y su abuela Petra Aguilar Nava, con un peine alisaba el pelo de otra.
Se levantó para hablar y contar que estaba ahí porque su suegro pedía la devolución del dinero cuando la casaron, aunque luego reflexionó que no la casaron ni por el civil ni la iglesia porque ese día solo fueron policías a su casa sin identificar quien.
Ella tenía 11 años y Rafael Julián Pacheco, 12 años a quien no conocía porque fue un acuerdo de su papá, Juan Manuel Martínez Vázquez “el güero” y, su ahora suegro, Rutilio Julián Moreno “porque mi mamá no estaba de acuerdo”.
Y que desde ese día se fue a vivir a la casa de sus suegros, en la comunidad de Joya Real, que queda como a una hora en carro de la comunidad de Dos Ríos, pero se hacen más porque caminan al no haber transporte.
Estuvo con Rafael durante tres años en que salían a trabajar a los campos de cultivo de Michoacán como jornaleros donde cargaba las cajas de limón y los costales de chile, pese a su edad y porque su suegro así lo decidía o si no le daba cachetadas.
Hace un año que su “esposo” Rafael se fue a los Estados Unidos y desde ese tiempo no ha tenido contacto con él, aunque lo ha buscado para contarle el maltrato de su familia y de los cuatro intentos de violación de su papá, quien le cuestionaba que en el tiempo que estuvieron juntos no quedara embarazada por lo que él podría hacerlo, ahora que su hijo no estaba “yo pague con mi dinero para que te casaras”.
La menor, que el pasado 12 de septiembre cumplió los 15 años dijo que no tenía hijos y no quedaba embarazada porque aún no le bajaba y que eso también le había preguntado su mamá Concepción Ventura Aguilar “si ya me había salido sangre, le dije que no”. Se le preguntó si sabía que eso era menstruar, respondiendo que no, que le habían dicho que salía sangre.
Ante el acoso del suegro de que él podía hacer con ella lo que quisiera porque había pagado con su dinero y con la complicidad de su suegra le contó las cosas a su familia y hace tres meses que volvía de la casa de su abuela Petra, Rutilio nuevamente intento violarla, no se dejó encarándolo.
El que se defendiera lo molestó, diciéndole que no servía para nada, que dejara de contar que el pretendía abusar de ella y finalmente la echo de la casa, en medio de la noche por lo que regresó a la casa de su abuela.
“Antes me pegaban, cuando yo estaba chiquita, pero ahora que ya estoy grande, ya no lo pueden hacer porqué ya puedo defenderme, no me deje y lo acuse con mi familia que me apoyó”.
Durante esos tres meses que esta fuera de la casa de los suegros, estos la intimidaban y fue como 20 días atrás en que su suegra Hilaria llegó a gritarle a su casa y acusarla de robarle un huipil y otras cosas y de que señalara a su marido y que si eso pasaba debía aguantarse.
Fue así que, a principios de octubre, llegaron los policías comunitarios a su casa en Joya Real para llevarlos a Dos Ríos. Ese mismo día fueron encerrados su papá, su mamá sus hermanas y su abuela porque habían sido acusados por el suegro de que la menor ya tenía tiempo fuera de su casa por lo que pedía que le devolvieran el dinero que pagó por ella.
La familia al negarse fue encarcelada por días. “sé que se gastó 120 mil pesos, pidió 150 mil pesos y luego que 210 mil pesos, yo dije que no le vamos a dar eso, tal vez 50 mil pesos porque ya trabajé para ellos los cuatro años que íbamos a los campos y ellos cobraban”, dijo Angélica.
“Sacaron a mi papá para que fuera a conseguir el dinero, nos dejaron aquí, decían que si no el güero se iba a escapar y no iba a cumplir”. Luego a su abuela y sus hermanas, pero a ella durante los 11 días que estuvo ahí la metían a la cárcel por días y noches y en otros la sacaban al pasillo.
Sus hermanas y su abuela se acercaban al lugar y la acompañaban mientras sus papas buscaban como conseguir el dinero para devolverlo y la dejaran en libertad, aunque Angélica remarcó que ella le dijo a su papá que podían juntar los 50 mil porque ellos habían cobrado todo lo que trabajó en los campos durante los cuatro años que estuvo en su casa.
Fue en una de esas ocasiones en que su mamá Concepción fue a llevarle comida y ese mismo día por la tarde subió caminando a la comunidad de Xalpatláhuac, como a dos horas de distancia de Dos Ríos para buscar hablar por teléfono y conseguir el dinero.
Dijo que luego se enteró que su mamá se desangró allá arriba, que abortó a sus hermanitos “creo que fue porque caminó mucho, de aquí hasta allá, es pura subida”.
Se le preguntó si algún policía la maltrato, que le pegaran o jalonearan o gritaran y respondió que no y que tampoco vio que a su mamá le hicieran algo ahí.
Dos Ríos está en la parte baja del municipio de Cochoapa el Grande, para llegar son más de seis horas desde Tlapa en camionetas particulares. Es un camino en descenso de terracería lleno de desfiladeros y partes angostas.
La neblina que se alza impide la visión de los choferes que van a vuelta de rueda para no caer en una barranca.
El transporte de ruta solo maneja un horario, tanto de Tlapa o de Ometepec a este lugar que tardan más o menos las siete horas que pueden alargarse está lloviendo porque eso vuelve inaccesible el paso con derrumbes y las corrientes de agua que se forman en las barrancas.
Las familias los recorridos lo hacen a pie o si alguien pasa les piden los acerquen al lugar que van.
Reacciones en las redes
Los usuarios de Facebook mostraron su indignación a lo ocurrido a Angélica exigiendo cárcel a los padres de ambos jóvenes y a los elementos de la Policía Comunitaria porque se configuraron varios delitos por lo que la impunidad no debía continuar porque se seguirían cometiendo.